viernes, 25 de febrero de 2011

Ayuda humanitaria



Estoy convencido de que con personas como l@s valientes que trabajan para y por las organizaciones humanitarias, el mundo tiene todavía alguna posibilidad. Esperanza de cambio a mejor: Un cambio que por pequeño que sea, será decisivo. 

El estado del Tercer Mundo es indignante; pero no desmerece la dramática situación que vivimos los "ricos" occidentales, donde, por el camino que nos están forzando a tomar, cada vez nos acercamos más a tiempos en los que buscar el sustento diario será la única actividad que nos podremos permitir. Condiciones que nos retrotraen al siglo XIX, pero con la diferencia de que ahora, la fractura entre ricos y pobres es mucho más pronunciada. 

No tengo las ideas del todo claras sobre lo que es correcto, en lo que a ayudar se refiere. Iniciativas como la que nos muestran estos grupos de ayuda son imprescindibles. Aunque no se si es del todo justo que la clase trabajadora, con sus escasos medios, sea la que financie tales proyectos.

Siempre somos l@s más desfavorecid@s l@s que cargamos con la responsabilidad de sostener el sistema, paliar las injusticias financieras con nuestro trabajo —o la falta crónica de él, resignándonos, cada vez más, a aceptar condiciones miserables para poder subsistir—, procurar que los semejantes tengan lo mínimo para poder vivir dignamente a base de donativos. Mientras, el dinero que fluye torrencialmente por las cuentas de unos pocos delincuentes, incluidos nuestros representantes, sólo sirve para crear poder y mantener la situación de pobreza e indignidad que se vive en el mundo entero, incluso cerca de nuestras casas; en nuestras propias calles y vecindarios.

La paliación de los síntomas de una enfermedad es aconsejable, pues aumenta el bienestar del paciente y le da fuerzas para enfrentarse a la curación total; por eso existen los analgésicos y todo tipo de sustancias que enmascaran el foco de la enfermedad. Pero lo indicado es incidir en la raíz del problema hasta que sea eliminado por completo. No debemos usar los calmantes como único remedio, o el trastorno resurgirá, además, con más virulencia.

Considero que es humano, cívico, moralmente deseable que nos ayudemos entre tod@s. Pero al mismo tiempo creo que la lucha principal está en el derrocamiento de esos poderes esclavizadores que procuran que la situación mantenga el rumbo actual: Cada día más desigualdad, y la certeza de que "ellos" seguirán controlando nuestras vidas; con el único  fin de ser más y más poderosos. Quizá las revueltas del l@s ciudadan@s árabes (y ahora en varios países europeos) a las que sesgadamente estamos asistiendo —los medios de comunicación, controlados por dichos poderes, no lo cuentan como deberían—, sean el comienzo esperado de la revolución, de la pugna por recuperar nuestros derechos olvidados.

El foco de la dolencia del mundo está en las cúpulas, y allí debemos dirigir nuestros máximos esfuerzos. Los donativos, las aportaciones, las ayudas son necesarias sobretodo para que la política sea más propia y cercana a los ciudadan@s, y la encargada de solventar tanta desigualdad.

Cada uno es libre de destinar su impulso allí donde crea necesario, ya que cualquier acto de solidaridad es indispensable, pero entiendo que no deberíamos conformarnos con el esfuerzo, aunque es enorme, de las organizaciones humanitarias, que sin su aportación la realidad de las personas del tercer mundo sería, si cabe, aun peor. Es igualmente, o más necesario, que nuestras iniciativas de conciencia y de acto se dirijan a solucionar, en cada lugar del mundo, los problemas sociales más directos y cercanos.

L@s más aptos de solventar el estado demencial político y económico de sus comunidades parece que seamos l@s occidentales —cosa que es harto inexacta, pues nos hemos acostumbrado al consumo y al sueño de alcanzar el bienestar burgués—, pero no podemos despreciar la capacidad de los pueblos sometidos del Tercer Mundo. El hambre y la miseria provocan la indignación y la ira; que llevan gestándose durante generaciones. Nuestra más directa responsabilidad para con ellos sería dar ejemplo con la lucha pacífica, con la no aceptación de las condiciones que hemos creado entre todos, por la falta de compromiso social, en nuestros países. Ejemplo, con el destronamiento de los poderes financieros que sojuzgan a pueblos y líderes políticos de un sistema, que nos está engullendo mientras pensamos en mantener y aumentar nuestros exiguos privilegios. Ejemplo, aceptando una manera de vivir y convivir más frugal, más justa y de acuerdo con las capacidades reales del planeta; que son limitadas.

Admiro a l@s voluntari@s que dedican parte de sus vidas y de su dinero para ir a África, Asia, a Sudamérica, etc., para mejorar la calidad de vida de las gentes que viven en esos lugares. Pero también valoro a l@s que su compromiso está al pie de la calle, con sus vecin@s, conformando agrupaciones y plataformas reivindicativas, buscando nuestra pequeña aportación —económica o ideológica— para combatir los desmanes ecológicos en sus campos y para sensibilizar a la gente en contra de aquell@s que creen y fomentan el pensamiento único, impuesto con sus medios de comunicación, y  mantenido con nuestra connivencia ciega.

Escurrir el bulto mientras damos la imagen de comprometidos, usar la caridad como instrumento lavador de culpas. Apabullarnos con la inmensa oferta de ONGS y a la postre no hacer nada. Creernos solidarios por naturaleza, cuando luego no somos capaces ni de reciclar la basura o apagar la tele cuando no la vemos, etc., son actitudes demasiado comunes. Nos invitan a donar; lo hacemos, y en la mayor parte de los casos, intuyo, nos quedamos satisfech@s. Seguimos dad@s la vuelta y no miramos lo que hay detrás de los setos de la valla del chalet que acabamos de comprar, encadenándonos de por vida a un banco que con nuestro dinero especula y promueve la desigualdad.

No sé exactamente que es lo apropiado. Ya digo, respeto a esa gente llena de coraje que meta la mano en el lodo para sacar de allí a los necesitados. Pero he decidido emplear mis energías —económicas e ideológicas—, las que dedico a estos temas que en definitiva rigen nuestros destinos, en ayudar a construir una base política decente.

Para mí, aún, es el único camino pacífico; con capacidad de encontrar lo justo. El único camino transitable:

Política:

7. f. Arte, doctrina u opinión referente al gobierno de los Estados.
9. f. Actividad del ciudadano cuando interviene en los asuntos públicos con su opinión, con su voto, o de cualquier otro modo.
10. f. Cortesía y buen modo de portarse.
11. f. Arte o traza con que se conduce un asunto o se emplean los medios para alcanzar un fin determinado.




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