Es la primera vez que hablo de mis impresiones, hace poco que conozco vuestra tendencia (grupos radicales de izquierda contrarios al 15-M) y me he tomado un tiempo. Me cuesta creer ciertas cosas, como por ejemplo que con radicalismos se puedan conseguir avances que sean justos y duraderos. Las cosas inflexibles se fracturan.
Tampoco veo claro que la lucha popular sea exclusiva de una clase. Sobretodo, cuando dicha clase es difícil de delimitar. La sociedad hoy en día es más compleja que a comienzos del siglo XX. En la actualidad no existe la misma unión y conciencia entre trabajadores y trabajadoras, porque se han descentralizado las cadenas de producción. El desarrollo de la tecnología y la informática ha diseminado los colectivos profesionales y con ellos su capacidad sindical y de concienciación revolucionaria. Colectivos que se dedican cada vez más al sector servicios que a la manufactura de productos y, consecuentemente, se imbuyen en la cultura del consumo y el ocio improductivo y adocenante. Así, la conciencia de clase se ha diluido; es irreal comparar la situación laboral y social actual con periodos pasados.
La capacidad de acceso a la información es un arma de doble filo, enseña pero también desinforma: El bombardeo de noticias, artículos, ideas, etc. que se vierte en los medios y en la red puede provocar un efecto rebote y distraer la atención del foco principal de problemas, mientra nos mantiene ocupados en luchas estériles.
Creo que es importante, como me dijo un compañero de izquierda, no confundir conspiranoia con “vigilancia revolucionaria”; pero es más necesario aun comprender que no se puede anteponer la ideología a las necesidades de convivencia, y al uso amable y útil de la capacidad de comprensión y de consenso entre partes. Nada ni nadie está en posesión de la verdad absoluta ni de las claves para encontrarla.
Esto me lleva a preguntarme porqué es preciso considerar al proletariado como único poseedor de razones para la revolución social. Existe otra clase social más damnificada y marginada: el subproletariado (el “lumpenproletariat” de Marx ), que desborda en cantidad y cualidad la situación precaria de las personas que tenemos acceso inseguro al empleo. Esa masa social, que no se la consideraba digna de formar parte de la revolución, conforma el objetivo primordial de la justicia social y a él van dirigidas la mayor parte de las iniciativas de mejora de condiciones de vida en el planeta.
El Tercer Mundo está en occidente; El Cuarto Mundo existe; en nuestras calles, en los entresijos de la sociedad occidental. Y el proletariado, las obrera y obreros que reclaman mejoras sociales, corre peligro de entrar a formar parte de ese colectivo miserable que nos pide ayudas en las esquinas. El mismo riesgo que corre la clase media, que poco a poco va engrosando las filas de la llamada “pobreza limpia”.
Además está la condición humana. Aspecto dudoso a mi entender, ya que la evolución del ser humano es sobretodo cultural. La biología es desbancada por la evolución social. Evolución que nos ha llevado a ser lo que somos, una raza cada vez más globalizada y difuminada por el imperativo económico: La mayor parte del acervo que compartimos y manejamos cotidianamente se ha inculcado desde la Segunda Guerra Mundial. Por mucho que nos creamos a salvo de influencias…”Nadie es más esclavo que aquel que falsamente se cree libre”.
Tenemos arraigados procesos psicológicos, emocionales y sociales subconscientes que son muy difíciles de desmontar. Por mucho que sepamos historia o teoría política.
Se critica al que posee dinero y poder, al que despilfarra, al que explota o sojuzga. Al insolidario, individualista e indolente. Menos mal. Pero, ¿quién puede asegurar que el proletario; el obrero, campesino o soldado, en su fuero interno, no aspira a alcanzar todo aquello que dice despreciar?
¿Hay izquierdistas que son machistas y egoístas en su vida privada? ¿Existen asalariados humildes que consumen sin medida productos “burgueses”, móviles, coches, aires acondicionados, ocio fácil, etc.? ¿Se puede disociar la personalidad y la vida privada de las convicciones políticas?
¿Cuenta lo que se es como persona, o sólo lo que se reivindica como grupo ideológico? ¿Interfieren los dos campos? Y si no fuera así, ¿es ético o moralmente apropiado no predicar con el ejemplo?
Estoy convencido de que siempre se nos escapa algo positivo cuando se rechaza sin tregua una postura que no se comparte totalmente. Cuando nos consideramos depositarios de una verdad que ni siquiera hemos visto nacer, herencia del pasado; y la utilizamos de manera incuestionable para rechazar cualquier matiz disconforme. Cuando juzgamos injusticias ajenas como exclusivas de los demás.
Por eso quiero confiar en que los acontecimientos emocionantes que estamos viviendo y el movimiento en desarrollo que vamos fundando a base de aciertos, errores y bloqueos que se irán liberando, tendrá una vida fructuosa y de final justo; gracias al esfuerzo, compromiso e ilusión de todas las individualidades personales y de grupo que formamos esta revolución pacífica.
Saludos. Un músico.