viernes, 24 de junio de 2011

La conciencia de ir a mejor: 15-M

Ante los inesperados acontecimientos (esperados y anhelados por una inmensa “minoría”), que se vienen sucediendo desde que decidí participar en la primera manifestación, el 15 de mayo, me invade un titubeo que nace de mi voz más interior.


Después de permanecer en la manifestación todo el tiempo que pude, pues tenía que ir a trabajar, mis pasos se encaminaron a la Plaza de España, donde había un concierto patrocinado por una marca de coches y una emisora de radio de crácter populista: Soy músico y estoy contratado por uno de los grupos que allí actuaban ese día.

El ambiente cuando llegué, a simple vista, era similar: miles de personas concentradas (la plaza estaba llena) y carteles que manifestaban ideas. Sin embargo, la sustancia que aglutinaba a un grupo y al otro era radicalmente diferente. Fue como un viaje conceptual a las antípodas del espíritu del movimiento que se originaba en Cibeles y que luego fundamentó el 15-M.

La gente reunida en la Plaza de España, había sido convocada por los medios tradicionales, y la fiesta financiada por una marca de productos de consumo que mantenía a la gente absorbida por el deseo de poseer el coche que se sorteaba y por el desapego a lo que se reivindicaba varias calles más allá. Quizá hoy, muchas de las personas que asistieron, ojalá, son seguidores convencidos del movimiento, aunque ese día prefirieran quedarse en la feria de la exaltación consumista y la manipulación mediática, que, como era de esperar, montó un tinglado atractivo y procuró a la muchedumbre la evasión necesaria de la realidad que nos oprime; realidad que se denunciaba mientras en Sol, dando lugar simultáneamente a la primera jornada de acampada.


Esta paradoja, por otro lado tan habitual, que se daba aquel día, me hace pensar en las capacidades de las personas, tanto si se utilizan coherentemente, con sana creatividad, como si se atrofian por falta de uso al elegir opciones de vida sin riesgo (entendido como ingrediente necesario al emprender algo) intelectual, emocional, social o político. En la facilidad de los medios para controlar los deseos y los esfuerzos de la gente en beneficio de esos que ya todos conocemos, y que salpican nuestras existencias con sus ofertas de vidas imposibles y sus productos “indispensables” para la vida. Me hace recapacitar en la interacción entre los poderes económicos y políticos con el libre albedrío y la voluntad del individuo y su relación con la naturaleza: La lucha por un mundo mejor empieza por tomar conciencia de uno mismo y de los actos que nos definen como personas.

En primer lugar, somos producto de lo que nos rodea, y no se puede actuar a contracorriente. Y lo que nos circunda ("el terreno lo es todo" decía Claude Bernard) es efecto de lo que somos; es decir, que somos todos responsables en cierta medida de construir un modelo de sociedad justa, sostenible y acorde a las necesidades primordiales de las personas.

En segundo lugar, debido a esa responsabilidad, la tarea empieza por alcanzar cierto desapego por nuestros intereses más ocultos; todo lo que tapamos con la vanidad y la hipocresía propias del ser humano (cuestión rebatible, ya que probablemente no hay naturaleza humana propiamente dicha. Todo es producto de la cultura que creamos y que nos imbuye); y esto, es aún más difícil que tomar conciencia.


Muchas injusticias, que provienen de malversar valores que actualmente hemos convertido en artículos de consumo (la mujer, el medioambiente, la cultura, la salud, la solidaridad…), los erradicaríamos de la sociedad si los asumiéramos como producto de actitudes comunes, cada cual en su medida, a la mayoría de las personas. Modos de ser y de pensar, inocentes aparentemente, inconfesables en ocasiones, que debemos cambiar evolucionando desde dentro, reforzándolo, además, con acciones concretas, cotidianas, al alcance de cualquiera que tenga un mínimo de sensibilidad.


Si no practicamos; aquello que consideramos un desafío se desvirtúa, se resbala entre los dedos, se escapa su poder activo. Por eso debemos ensayar el ejemplo. ¡Qué reto!

jueves, 16 de junio de 2011

La Espiral 8

Abrir los ojos persiguiendo un sueño que se escapa, para luego revolverme en el sofá y seguir pegado a la estela que ha dejado la experiencia onírica. Buscar en los recodos las imágenes inconexas que aún permanecen. Bucear por el plasma traslucido que anega cualquier atisbo de realidad: Intento desentrañar esa vida exaltada y ajena que se manifiesta a mis sentidos cuando éstos, precisamente, están desconectados. 

Pretendo recordar los detalles de esas historias paralelas que realmente transito. Los personajes que se me aparecen son más vívidos y me afectan emocionalmente más, que las personas con las que trato a diario en el plano real. Por lo tanto, de alguna manera, todo el entramado de sucesos, relaciones, lugares y sentimientos, deberían poder existir en planos adyacentes , donde las distintas versiones de nuestros posibles yoes se desarrollen completas y de forma diferenciada; dando lugar en cada plano, una variante misteriosa y dispar de lo que podamos llegar a alcanzar o realizar, en la vida que normalmente vivimos. 


Estas noches pasadas han sido extrañas; no diferencio bien sus límites. Las confundo con los días, y tener las persianas bajadas impidiendo que la luz pase, excepto los tenues rayos que se filtran por los orificios, no ayuda más que a difuminar el transcurso de las horas. Sólo soy consciente del cambio cuando apago las luces para dormir y el contraste de ambientes se hace patente; y esto no es de manera regular: quizá duermo a media noche y me despierto de madrugada, rozando el alba que se asemeja al crepúsculo; o echo una cabezada media mañana y al despertar creo que es el amanecer lo que toca, mientras la gente sestea… 

Los efectos de esta díscola rutina que sufro, complican la tarea de elucidar lo que es sueño y de demostrar lo que es real. Aun así, mi intención se aferra a los márgenes del ensueño. La necesidad de saber más me obsesiona, y la destreza que poseo –para ello la sustancias– de provocar el estado de somnolencia necesario, aviva en mí la esperanza de componer, al salir del trance, la visión completa del cuadro. 

Estoy convencido de que algo que olvido entre rémoras y recuerdos deformados, es la llave que abre de nuevo el paso a otras realidades. Otros yoes que se bifurcan hacia experiencias que se me niegan en esta vida que sobrellevo. Y esa llave, si la aíslo de entre la vorágine de imágenes y la conservo segura en mi memoria, me dará la opción de permanecer en la alteridad y, desde ahí, desdoblarme y finalmente desprenderme de este yo que me atenaza; para pasar a ser cualquier otro de los que vislumbro en sueños. 

Súbitamente, irrumpe en mi ánimo la impresión de haber tenido una conversación con alguien la noche pasada; aquí mismo, en este cuarto. Es un fogonazo que, inmediatamente después de dejarme percibir ciertas imágenes, vela la escena y difumina los detalles maestros; los que podrían revelarme el enigma y proveerme de la credencial necesaria para atravesar el umbral, y aparecer en el plano paralelo que más me seduzca. 

Lo que es manifiesto, aparentemente, es que tal conversación fue más bien un monólogo. Un discurso dirigido a otra personalidad. Tal vez una de las posibles mías. También sobrentiendo que el antagonista no es muy distinto a mí, pero sí enfrentado. Como la imagen de un espejo: Igual pero inversa.

Cierta capacidad de entendimiento me posiciona en un terreno neutral, una tierra de nadie donde ambas partes me ofrecen una vista general de sus posiciones. Y lo más desafiante y molesto es que ¡no puedo decantarme por ninguna! Ambas son consustanciales a mi estado de ánimo. Dos polos antagónicos pero necesarios para que cualquier movimiento, físico o intelectual, dé comienzo en mi vida. E incluso más confuso, es perfilar la noción de que esos contrincantes no son siempre los mismos. Uno permanece, pero la parte contraria cambia, evoluciona o transfigura. Y el que permanece, no es habitualmente, o mejor, no existe invariablemente bajo la misma forma; aunque sí su esencia. 

Es decir, que, aceptando que las pequeñas o grandes contiendas que interesan mi conciencia son siempre entre dos bandos, nunca los opuestos y sus respectivas fuerzas son los mismos. Lo único que permanece es el fundamento. La línea potencial que define mis devenires: Unas veces dan rodeos, otras acaban estancados, o fallan y se extravían. Pero otras aciertan; y es entonces, cuando vivo esas temporadas de sosiego y esperanzado coraje. 

Probablemente, esta comedia en la que me desenvuelvo como un personaje más, y que a veces es la representación desfigurada de mi propia vida, sea un rompecabezas formado por piezas que provienen de juegos diferentes. Y aunque distintos, sus fragmentos casen en un modelo alternativo y unificador. Un patrón de comportamiento y cometidos diferentes, que si voy montando pacientemente y con ilusión, me indique gradualmente, según se completa la imagen final, cuál es mi designio único; personal. Ineludible. 



Creo que no somos sólo capaces o incapaces. Simplemente debemos ir eligiendo la pieza adecuada a cada momento. Unas veces al primer golpe de vista. Otras, sólo se retrasa.

miércoles, 8 de junio de 2011

15-M; ¿conspiranoia o voluntad como expresión de la esperanza?



La valentía es la libertad en acto”. José Antonio Marina. 

La utopía es el motor de la lucha social y sin ella no surgirían los movimientos revolucionarios. El ser humano tiende a conservar lo conquistado: es un adelantarse a la carencia, al temor de no proveer de lo necesario a los que nos sigan. 

Precisamente, ese miedo visceral es el que se escamotea con fines contrarios al desarrollo ético y sostenible. Los poderes mundiales, desde sus cúpulas, manejan nuestras emociones, sentimientos e inteligencia para aumentar su capacidad de control. Con métodos demagógicos y populistas, sostenidos por los medios de comunicación, persuaden a los humildes de que el camino impuesto por el capitalismo es el único viable. Cualquier otra opción sería nuestra quiebra. 

Pero es a la inversa. 

Quien no esté al tanto de los manejos de los sucesivos gobiernos imperialistas que han dirigido, desde occidente, el destino de los pueblos –servicios de inteligencia, dinero para sobornos; recursos militares, asesinatos programados, derrocamiento de Estados, invasiones justificadas, etc.–, puede fácilmente enredarse en esa fatídica tela de araña que han tendido sobre nuestro futuro y olvidar, e incluso rechazar, cualquier soplo de esperanza. 

Se habla de “la guerra de cuarta generación”, 4GW, como instrumento de control social. Potencial de desinformación, de persuasión a escala mundial. El enemigo de los poderes neoliberales ya no es físico, sino intelectual. El objetivo se localiza en la mente del pueblo; en su capacidad de unión y de desobediencia colectiva. En su poder para cambiar las cosas simplemente votando. 

Usando los medios de comunicación –la mayoría comprados– e internet, se esparcen informaciones inciertas, datos contradictorios que siembran la duda y la desesperanza. Quieren canalizar el desconecto y la indignación por medio de válvulas de escape, de manera que no les estalle en las caras irreversiblemente. Corrompen el valor de las personas para enfrentarse a las tiranías; el sentido de responsabilidad del individuo –disgregado y amansado con ocio fácil– se conmuta por un deseo de comodidad. 

Se asumen la ignorancia, el miedo, la pereza, la ira y el odio al diferente como estados normales. Se recrudece el individualismo. Nadie da un ardite por el de al lado. 

Sin embargo, la vida es un continuo acto de fe. No habríamos salido de las cavernas sin tal empuje. Construir un futuro nuevo y acorde con las necesidades y aptitudes del ser humano es quizá la función primordial de nuestra existencia. 

La falta de libertad radica en enconar los deseos y las pasiones que nos encadenan. Un adicto o adicta no son libres. Desmontar esos artificios que nos atenazan requiere valentía. Perder el miedo a equivocarse es un deber que tenemos que afrontar como necesario. 

Nadie sabe que nos depara el futuro del movimiento, pero a pesar de las dudas, las disyuntivas y los desacuerdos, debemos perseverar. Quizá, si aciertan esas voces apocalípticas que tachan el movimiento de programado y dirigido por el capital y falto de efectividad real; a pesar de los esfuerzos de los enemigos del bienestar social por reducir a la mínima expresión nuestras fundadas razones para revelarnos; tal vez, la fuerza pacífica que se desarrolle se convierta en un flujo imparable que derrumbe sus canales, anegue sus oscuros baluartes, y se convierta en una marea de cambio que convierta el “Nuevo Orden Mundial” en algo digno y justo para el ser humano. 

Para ello necesitamos valentía y sobre todo paciencia y perseverancia: La voluntad es la expresión activa de la esperanza.