lunes, 14 de febrero de 2011

La Espiral 4

Cuando el amanecer invade la estancia ya tengo asumido que no me voy a levantar. Esa disposición necesaria para encarar lo cotidiano, ese flujo de energía activadora que algunas personas poseen; yo no lo disfruto. Más bien, en mi caso, es un reflujo. Una sensación extraña que me posiciona en un lugar del ayer que todavía no he surcado. Nostalgia de tiempos no vividos. 


¿Cómo puedo despreciar lo venidero con la impresión de que ya todo es fútil? ¿Cuál es la justificación que le lava las culpas a mi pereza existencial? 


Los propósitos de enmienda que continuamente proyecto me trastornan. A trompicones alcanzo ciertas metas que analizadas posteriormente no me satisfacen. A causa de esto, mi transcurrir por la vida está jalonado de múltiples penitencias que me impongo para el futuro, cercano o a medio plazo, con el firme empeño de mejorar mi relación con el mundo, con los demás, conmigo mismo y con el trabajo que elegí; al que estimo intensamente. 


Estas pequeñas tentativas suelen consistir en teatralizaciones pueriles del verdadero esfuerzo que debería afrontar: Se quedan en nada por olvido, o no cumplo a rajatabla lo estipulado, o cambio de parecer cuando, asustado por el trabajo que me espera, veo acercarse el momento del deber. 


El caso es que, por acumulación, mi subconsciente registra un sin fin de pequeños sacrificios que, con ayuda de la falibilidad de la memoria humana, asimila como algo compacto, con límites claros y distintos; un núcleo magmático que desde el corazón de mis experiencias emocionales, me presenta el pasado como una lucha sobrellevada con denuedo y dedicación, con responsabilidad y comprometido con las valores más elevados. Nada más equívoco. 

«Cuanto más me apresuro en comprender, más se oculta el significado de lo que busco. Es inútil levantarse con ganas de mejorar nada que no haya ya intentado». 

Qué a mano están siempre que la conciencia del bien y el mal oscila, esas fantásticas sustancias del consuelo que habitualmente (ya me ocupo yo, con método, de reponerlas) se esparcen por la mesa, cerca del catre que tengo por sofá. ¡Qué cómodo es dejarse seducir por esas tonalidades tan evocadoras: granate, esmeralda, ámbar, café…! 

Después de mirar repetidamente el reloj, al techo, mis pies que asoman indolentes bajo la manta; de mirarme dentro buscando no sé qué clase de estímulo ineludible para decidir si me levanto; giro mi cuerpo hacia el respaldo y caigo en un letargo lúcido. Nubes enmarañadas y jirones de nebulosa cruzan por el espacio oscurecido que se haya entre mis ojos y los párpados cerrados. Caigo; resbalo literalmente por una pendiente helicoidal que se va formando según me adentro en el abismo de mis pensamientos. Ya no veo más que un haz luminoso de bordes difusos que absorbe toda mi atención. 

Es el entorno vaporoso de una idea. La materialización fantasmagórica de un concepto, al que he rescatado del resto de las especulaciones arremolinadas que giran entorno a mis capacidades psíquicas. Idea que deviene en convicción. Una fugaz certeza que atrapo y mantengo con fuerza para no olvidarla, pero que luego se resbala de mi mente y me sobresalta; me introduce súbitamente en la vigilia febril. Provoca en mí el deseo de consuelo: Sustancias.

Ya tengo un pretexto para no incorporarme al transcurrir de las rutinas, en la espiral de la vida corriente, de las personas corrientes, de todos esos seres capaces de sacar un provecho claro de sus estériles esfuerzos. Una coartada que me posiciona en un lugar distinto de donde se produjo el crimen de ser alguien común.

«¿Qué lección de humildad me darás ahora que me sostengo en el consuelo hipnótico de la ambrosía de los inconformistas; el elixir de los indolentes? Estos néctares me vigorizan, me preparan para afrontar los retos futuros. ¡Para llegar a convertirme en un héroe vulgar!» 


Pero ella siempre escucha; siempre responde. Siempre acierta.

1 comentario:

Laura Martinez dijo...

Me va apasionando el crecimiento de tu bebé Javi.Le deseo la más dulce y tierna llegada!!!!!a dónde? no sé... creo que su paso por la vida merecerá la pena. Besos

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