lunes, 31 de enero de 2011

Desde que voté al socialismo

Desde que voté al socialismo por última vez, resultó elegido, y tuve la sensación de que una parte sustancial del desasosiego habitual que padezco se descosía de mi ánimo, la sociedad mundial, sobretodo la que me asimila como súbdito, la europea; ha recrudecido su Contrato: Ahora el hipotético pacto entre Estado y ciudadanos es un soterrado principio de esclavitud, que con medios innovadores (publicidad, medios de comunicación, tecnología dedicada al entretenimiento, internet, etc.), se nos inculca desde que tenemos un uso mínimo de razón. Aceptamos dócilmente el estado de las cosas; la falsa idea de que nada puede cambiar con nuestro insignificante esfuerzo cotidiano. 


¿Eres de izquierdas? Si pudiera responder anacrónicamente a esa pregunta diría que sí. Pero, la realidad que me toca vivir se enfrenta diariamente a ese concepto tan desfigurado. Aquí en España, l@s socialistas moderados a los que voté, ya no son lo que arengaban. Sus discursos no se corresponden con su proceder: este, más bien, se adecúa al programa de un pseudo-centro-derecha liberal y populista, que está dando al traste con todas y cada una de las conquistas que el pueblo ha ido alcanzando desde casi la Revolución Francesa. 




A expensas de nuestra confianza y nuestra responsabilidad en el cumplimiento de las obligaciones propias de un Estado de derecho, nuestr@s afamad@s líderes progresistas están ofreciendo a saldo, a los poderes económicos, nuestros impuestos, nuestra salud física y mental, nuestras apuestas de futuro, el bienestar de las próximas generaciones y los recursos naturales; con el único fin de apaciguar el voraz apetito del dios mercado-finanzas-monetarismo. 

Los últimos “arreglos” efectuados: rescate de los bancos, reforma del sistema laboral, retraso de la jubilación, retirada de las ayudas a desemplead@s crónic@s, reconversión de las cajas de ahorro, etc. (seguro que proseguirán con más), son cualquier cosa menos beneficiosas para l@s ciudadan@s y para la consecución de un modo de vida honesto y sostenible. 

¿Cuál debería ser nuestra reacción ante la mendacidad de los polític@s? 

Leía un artículo de Luis García Montero, donde sugiere la posibilidad de valorar lo que está pasando de una manera más flexible. Aceptar que a pesar de la involución patente de los derechos sociales, un gobierno más de derechas que el que tenemos, impondría recortes más rigurosos. 

El menor de los males… Es lo que nos queda por ahora; conformismo. "Virgencita que me quede como estoy". No sé, yo me siento más frustrado que celebrante. Mi adhesión a la política es meramente de usuario, pero tengo capacidad crítica, y no valoro positivamente lo que está pasando: Creo que, sin demagogia, el ejemplo del África mediterránea es una especie de premonición. Las soluciones a medias que están adoptando nuestr@s representantes polític@s y sindicales sólo sirven para que las cosas sigan como están.

Todo es un negocio. Mantenerse en el poder, por descontado: Los partidos políticos se venden para conservar los privilegios de su puesto de trabajo; los sindicatos también (y no es cuestión sólo de sueldos, sino de permanencia y de rentas vitalicias). El populismo que se gastan es asqueante. Los de derechas prometen revoluciones sociales y la izquierda juega al dominó con los reaccionarios, mientras se granjean el beneplácito de los financieros y embaucan a los trabajador@s con promesas de bienestar social (ellos son los "progres"). En definitiva, están consiguiendo que el individualismo imperante se acucie, y que el interés y, sobretodo, la esperanza en el verdadero cambio social, se apaguen. El delirio burgués que nos han vendido conforma cada día más íntimamente nuestra realidad: «Mientras podamos consumir que hagan lo que quieran, yo estoy aquí calentit@». 

Tirar la toalla y optar por una vida ausente de preocupaciones. Dedicarse exclusivamente a los tuyos y obviar lo que pasa fuera de nuestro escueto entorno. Son alternativas entendibles; pero a la larga todo lo que afecta a los demás revierte, positiva o negativamente , en nuestras vidas particulares. 

La cuerda del aguante tiene una capacidad de estiramiento relativo, y por mucho que miremos para otro lado, el progreso del empobrecimiento social nos acabará engullendo a tod@s los humildes. Sólo hay que mirar a l@s verdaderamente desafortunad@s… 

¿Cuántas vueltas de tuerca hacen falta para que los occidentales despertemos, nos unamos, y quitemos de en medio a los criminales que nos sojuzgan desde los poderes políticos y económicos?


viernes, 28 de enero de 2011

La Espiral 3

Hace frío. Tengo las extremidades encogidas y un temblor nervioso me sube hasta la nuca. La sensación de helarse es perturbadora y se cuela por los entresijos; se instala en la voluntad, y bloquea cualquier iniciativa medianamente intelectual: sólo se me ocurren maneras de entrar en calor. Aspecto meramente físico de la existencia animal que conlleva ser humano. 


Las iniciativas que se toman son esencialmente utilitarias. Su función es mejorar el estado anímico. Se basan en la experiencia corporal, en el uso sistemático de nuestros atributos. Toda la capacidad de control corporal es volcada, desde el subconsciente, en provocarnos un deseo ineludible de armonía. El estado placentero que se alcanza cuando todas las alarmas conectadas al instinto de supervivencia están desarmadas. Si por cualquier circunstancia, la calma fisiológica es alterada por un agente externo o propio, la mecánica implementada en nuestro organismo con el fin de perpetuar la especie, se pone en funcionamiento. 
Qué animal no teme al hambre, al gélido invierno, al depredador apostado entre la fronda o al hipnotizante vacío de un precipicio. 
Los mecanismos instintivos nos empujan a tres estados diferentes: Atacamos, nos paralizamos o emprendemos la huida. Probablemente no hay ya tiempo y no se elige; es un resorte involuntario el que se acciona sin el arbitrio de nuestra inestable conciencia. 


Ahora es hambre lo que viene a unirse al frío. Una amalgama que me provoca una especie de vértigo se instala en mis sentidos y me emborracha. Las ideas me dan vueltas; no puedo concebir nada claro. A pesar de mis intentos desenfrenados por calmarme, el desasosiego es tal, que opto por abandonarme y me desplomo en el sofá. En el estado febril en que me encuentro sólo consigo alcanzar la manta; una reliquia del pasado que conservo de mi vida anterior. De cuando ella todavía permanecía oculta en el subconsciente. 
Instintivamente me decanto por la inacción. Estado conocido en el vecindario que se aloja en mi cerebro: Una comunidad de ideas absolutas, verdades a medias y conceptos peregrinos que conviven como les han enseñado; a fuerza de teorías y poca experiencia. 


Afortunadamente consigo moderar la frialdad que me inmoviliza y, según remite, el hambre se revela. El hueco interior donde se aloja ella se transfigura en un agujero insaciable. Una boca dentada que arremete contra las paredes del estómago. 
Ya son tres las amenazas. Frío, hambre y el ataque de un depredador. Una fiera que se autofagocita. «“El hombre es lobo para el hombre”, nadie dijo nada de ser presa y cazador al mismo tiempo». 


Como tiemblo y tengo escalofríos, me envuelvo en la manta, rebusco las zapatillas con la mano libre; pero no logro encontrarlas ni debajo del sofá. Esto me presenta una dicotomía desalentadora. O bien me levanto descalzo para buscar algo de comer, atravesando la llanura helada que veo ante mí (el suelo del salón), o me oculto entre la vieja manta y los almohadones con la promesa de despistar a la bestia del agobio. Quizá si duermo un rato el frío remita; el hambre se aplace, y la alimaña que me acecha se desoriente y abandone la caza. 


Por fin decido aventurarme hasta la despensa. La resolución no fue calculada; de nuevo pertenece a esa clase de ingenios que nos salvaguardan de males mayores. 
Una vez allí, la tiritera empeora; un flujo de dolor escarchado trepa por mis tobillos y se aloja en la espalda. Casi sin mirar agarro lo primero que encuentro en las baldas del armario y me lanzo de vuelta al cobijo del sofá, cerca de la estufa. 


Lo que sucede después casi no lo recuerdo. Imagino que un acto tan placentero como comer, en esta ocasión, no fue lo que allí se dio. Más bien ocurrió lo contrario; un episodio de ansia zanjó la fase hambre, y fácilmente me embarqué, extenuado por los temblores, en un sueño exaltado. 
Sólo me viene a la memoria una frase recurrente: 

«Y qué es dormir sino yacer. Morir después de todo. Una oportunidad para renacer» 

viernes, 21 de enero de 2011

La Espiral 2

El día es impaciente. Me contagio de su nervio y me dejo llevar por su transcurrir, con la sensación de que así, nada enturbiará la aspiración de no abandonar. Continuar hacia el ocaso, permanecer allí a mi antojo hasta que me sacie del lugar, y parta para no volver. Sólo entonces, al final del extenuante día, mientras se apodera de mí ese sueño empalagoso que nada puede hacerse por eludir, duermo sin reparo; sin ganas de comprender.

Superar esa fugaz muerte me ayuda a reanudar la búsqueda de la procedencia de esa voz, que me conmina a permanecer alerta. “Pasión y resistencia” susurra. Y me convence. Sueño sus palabras que, al filtrarse en mi organismo como un vaporoso bálsamo que aplaca el fuego interior, transmutan en un eco que rebota en las neuronas: Un repetir incesante y lenitivo; «sigue, sigue…»

Habitualmente, cuando me levanto con esa sensación de pletórica entereza, acepto ufanamente desempeñar cualquier cometido que se interponga en el trayecto. Así, poco a poco, voy construyendo una calzada de peldaños espaciosos que me transportan hasta el siguiente estadio. Y aunque carezco del ánimo necesario para el esfuerzo continuado, con la energía que me confiere la impaciencia, he diseñado un entorno donde me gustaría acabar: Levantar una estructura tan ambiciosa como la propia personalidad, sin utilizar artificios, es una cruda tarea, sin embargo, ya he colocado los cimientos. Sólo fue cuestión de dar el primer paso. Ahora queda seguir avanzando.

Presiento que con esa base el camino va a ser un poco más evidente. Al andar, comienzo a utilizar toda la planta de los pies, los pasos son más firmes; siento ganas de evolucionar. Mientras lo hago, comprendo que necesito rutinas, a intervalos, pequeños esfuerzos de superación que sistemáticamente provocan beneficios en mi alma convulsa. Y si descansara por fin, sería tarde; en ese instante del día en el que uno no sabe si es ayer o mañana.

Una llamada temprana, signo de buen presagio, un quehacer inesperado, pueden convertir la letanía de las horas en sucesos imprevistos que despisten la seductora atracción por regresar. Por reunirme con ella en el pasado. Una droga que es mejor evitar manteniendo la cabeza ocupada en cosas útiles, constructivas. Terapias como la investigación o la lectura son capaces de convertir a cualquiera en alguien respetable. Sobre todo si el respeto se siente por uno mismo: De esta suerte, queriéndose un poco, es como se consigue que te aprecien, admiren o amen. Pero también que te envidien, que te odien o te persigan; que intenten persuadirte de que el camino que llevas no es el tuyo, el que te conviene: El bueno es el que ellos quisieran para ti. Claro que la propia sabiduría, el saber sobre ti mismo, es la mejor arma que se pueda conseguir para desterrar tales influencias descorazonadoras.

«Pasión y resistencia -interpreto-, es la clave. No puedo dejarme llevar por el miedo o volveré».


sábado, 15 de enero de 2011

La Espiral 1

Soy ella. Profundamente. Late ahí; insondable.
Es como un lejano clamor. Estallidos dispersos que luego se unifican y restallan inundando la bóveda de mi hueco interior. Más tarde, asciende por la chimenea, desborda por la boca de mi volcánico ser convertido en llanto y, así; me vacío de ella. Vuelvo a ser yo. Pero hay un después. Encuentro el instante que ansío. Al hallarme en él quiero huir porque todo se torna dolor, y sólo vislumbro dos alternativas: continúo, o vuelvo a ella, a ser con ella. 



Creo que no voy a poder aguantar mucho más. Crece geométricamente, como una espiral; su espiral. Debería convertirla, modificar su mecanismo absorbente, su atracción centrípeta, en la cuerda de nuestro reloj. Ajustarla al máximo y recorrer el tiempo juntos. Pero no es la hora, lo sé. Tengo que seguir…

El momento es confuso, no es el que pretendo, debería perseverar. ¡Ser más yo! Es la única manera de que no me cambie por otro; un recipiente nuevo. Sé cómo lo necesita: bulle dentro de mí; por eso lo vomito. No, y sí es mío; como si hubiera inoculado su ser esencial en mi espíritu y lucharan por convivir en mi espacio. O nos disolvemos o no sé que será de mí. ¿Agua y aceite? No lo creo, lo llevo dentro; y lo presiento. 

Sospecho que lo sabe, pues, al disputar en mi espacio íntimo, la conexión es casi celular. Conoce mis dudas, no las aprueba, precisa algo más de mí y de la conjunción de nuestros seres. Escapar de tal reto es una derrota pero también un alivio, y mantener una propicia unión sólo es posible haciéndome más a mí mismo, de tal manera, que su esencia no anegue mis espacios internos y acabe por derrumbar mis débiles estructuras. Mis valores más preciados. 

Ambas opciones conllevan un riesgo medido, apropiado, y escoger es una responsabilidad superior a mis actuales fuerzas. Por otro lado, comprendo fugazmente, cuando la esperanza serena mis nervios, que soy más yo cuando soy ella; con ella dentro. 

La espiral se acciona y el engranaje del tiempo camina rodado, sin encallarse en esquinas ni recelos. Una renovada experiencia del vigor olvidado recorre los ejes de mi organismo y confluye en el centro de mi existencia, explorando nuevas vías nunca antes transitadas por mi razón enfermiza; mi juicio, que sin sustento emocional, extravió el rumbo y consintió ser desplazado por una existencia todavía ajena. Enemiga aún…

Yo mismo mirando al espejo: Ella reflejada en la superficie interna de mis ojos. 




viernes, 14 de enero de 2011

Derechos de autor II

Qué os parece si le diéramos la vuelta al asunto y miráramos la historia desde el otro lado: La tecnología está desfigurando el mundo que hasta ahora conocíamos; es equiparable al cambio que hubo después de la Revolución Francesa. Un gran número de nuevos puestos de trabajo se crean gracias a este nuevo ámbito profesional (cosa que no ocurría hace bien poco), y debido al empuje informático otros empleos dejan de ser necesarios, como pasó a raíz de la Revolución Industrial. 




El objetivo es la capacidad de adaptación de las personas: No se trata de robar, y de perseguir a los ladrones, sino de evolucionar con los tiempos. Está claro que nadie debe apropiarse de lo ajeno, pero tampoco se puede perseguir al usuario por utilizar algo que le han impuesto(el consumo y la tecnología fuera del alcance del bolsillo). 


Lo que debemos hacer es adoptar un nuevo sistema de remuneración (Renta Básica para los artistas y profesionales del arte) y valorar otras iniciativas, como la música en directo, el intercambio de cultura a precios razonables, la búsqueda del desarrollo personal por medios dignos libres del ansia de enriquecimiento (la mayoría de los "artistas" son en realidad artesanos, y sinceramente, nos han inculcado a todos la ficticia necesidad de ganar y ganar para suplir necesidades que son irrelevantes), etc. 


Nadie pensaría pagar derechos de autor a un ebanista por los muebles realizados en el pasado, o a una médica por los trasplantes... Sinceramente, no puedo asegurarlo, pero probablemente muchos de los que más activamente se quejan del pirateo se descargan artículos de gremios ajenos; ¿quién no tiene una peli pirata en su casa? (cosa por otro lado entendible).

Mantener el sistema de derechos de autor es improductivo (excepto para los gestores que se enriquecen con el meollo, para los artistas de élite, que quieren seguir viviendo en mansiones y disfrutando la gran vida, y para los ilusos que pensamos que vivir del arte será gracias a unas cuantas migajas que sobrarán del tremendo e injusto negocio especulativo que se hace con la Cultura. Que es de todos). 


Yo soy un profesional de la música y aprecio y sufro la injusta crisis que estamos viviendo; pero es hora de evolucionar y buscar nuevas ideas para seguir en la brecha. El sistema se desmorona por inoperante. Tened en cuenta que el problema del pirateo es un secuela del capitalismo salvaje y de lo que está —y permitimos— haciendo con nosotros.





miércoles, 12 de enero de 2011

Derechos de autor






La picaresca, probablemente, haya nacido de la necesidad, ¿no?

Los bienes universales son, a mi entender: la salud, la educación, la cultura, la alimentación, la vivienda, el trabajo, la libertad de expresión, de pensamiento y de movilidad. Con todos ellos hoy se especula. Quizá todas las demandas (pirateo, precariedad, abuso, etc.) sean parte de un síntoma general: El sistema actual se acaba por inoperante.

Lo cierto es que hay que buscar nuevas vías de convivencia que favorezcan a la mayoría, no sólo a unos cuantos privilegiados. No podemos permitirnos el lujo de seguir fomentando un sistema que crea tanta desigualdad y miseria; y mientras esto cambia, lo que deberíamos hacer todos los trabajadores, incluidos "los artistas", es evolucionar en nuestra manera de pensar, en nuestras costumbres y hábitos, en nuestra forma de consumir y de relacionarnos. Continuar trabajando por pasión, no sólo por dinero o ambición. Intentar evitar (asunto complicado) que con nuestro esfuerzo, engordemos a la bestia superficial y vanidosa que hemos creado entre —cada uno en su medida—: El sistema monetario.

Cierto es que hay mucho vago, mucho jeta… pero, tengo la esperanza de que, si todo estuviera mejor repartido, la gente disfrutaría con lo que sabe o puede hacer… 

Estoy completamente de acuerdo en que el trabajo de las personas debe ser respetado, ¿sin reservas? Claro, siempre que no incurramos en acciones fraudulentas o éticamente impropias, que dañen la integridad o afecten a terceros en cuestiones económicas, sociales o emocionales. Aunque... ¿Qué pensamos del oportunismo; la hipocresía que significa aceptar las "reglas de la calle" mientras consumimos y después reivindicar leyes justas cuando tocan lo nuestro? Me considero uno de esos que tienen dudas respecto a la honestidad general. ¿No deberíamos dar el ejemplo apropiado para que los posibles asaltadores de nuestras "propiedades" tomen buena cuenta de lo que estamos promoviendo los artistas y creadores? 

Si hay que aceptar que vivimos en una sociedad manejada por el capitalismo salvaje, donde uno mismo debe buscarse su propia manera de subsistir, deberíamos asumir el riesgo de que los más desprotegidos se tomen la "justicia por su mano". Es decir, que si no se tiene dinero para adquirir todo eso, que de una manera inmoral, nos imbuyen día a día los medios de comunicación (de los que no se libra ni Blas); esa estafa del milagro americano y el famoso estado de bienestar burgués, que si no alcanzamos de alguna manera se nos discrimina. Si no lo conseguimos, antes de ser como los parias que no pueden acceder a esos artículos de consumo… uno se descarga una canción, una peli, un secuenciador, se compra un bolso de imitación, aparca en doble fila o vende a su madre por un autógrafo.

Un poco de demagogia: Si no quieres que tu hijo fume no lo hagas delante de él. Si quiere evitar el destrozo de la naturaleza no tires residuos donde no se debe. Si no quieres que te estafen no lo hagas tú con subterfugios. ¿Al final hay que poner multas para evitar asesinatos al volante?

Mucha ley pero poco ejemplo. Los músicos y demás afectados somos como el resto: jugamos con el trabajo de otros y no estamos predicando con el ejemplo (yo el primero). No podemos esperar a las leyes para ser como hay que ser.

Pero que no se me malinterprete. Creo en el Estado de derecho y en la regulación de la sociedad; así que no puedo negarme a que se controle legalmente internet (aunque, el mal uso del poder, convierte el control en censura) o cualquier actividad que afecte al modo de vida de los trabajadores. El de los magnates de la industria, los banqueros, los emporios comerciales, los inmobiliarios y constructores; el de los creadores fraudes y demás buitres de la escena mundial, incluido los políticos corruptos… habría que desmantelarlo y proporcionar soluciones más comprometidas con el ciudadano de a pie: ¿Qué pasa con la responsabilidad de las empresas de telefonía en el pirateo? ¿No son ellas las que proporcionan los medios técnicos para descargar contenidos? Deberían ser ellas las que abonaran el canon, no los usuarios. 

Se discute mucho sobre el pirateo. Las redes de apropiación de la propiedad intelectual se amplían, cada vez más afectados por la merma de ventas (me refiero a los profesionales modestos, los "top" sólo ingresan menos de lo que quisieran, que es más de lo que merecen), se buscan la vida haciendo lo que pueden mientras uno/as cuantos/as, se apropian de lo que no es suyo (incluyo a las grandes compañías de distribución, mediáticas y telefonía). La lucha contra el pirateo suscita una polémica activa en la que los directamente afectados reivindican su forma de vida, su modo de subsistir: los derechos de autor. 

Apoyo la idea de defender el trabajo honesto y la remuneración justa y equitativa. Sin embargo, mi posición está un poco más hacia el progreso y la "izquierda": No creo en el pensamiento único que este sistema capitalista nos imbuye, y sé que hay otra maneras de financiar nuestra vida de "artista". No es momento ahora de explicarme ampliamente pero, en forma reducida, puedo transmitir la idea que creo sería justa para solucionar el problema del fraude: "La Renta Básica". Es un poco utópico, pero creo firmemente en ello.

Hay muchos profesionales que trabajan todos los día haciendo "arte" con su capacidad y su pasión, y no exigen, ni merecen, ni nadie se lo plantea, derechos de autor. Quién piensa en pagar derechos de autor a un zapatero/a, médico/a, modisto/a, locutor/a, profesor/a, educador/a…etc., etc. ¿Por qué los "artistas" (más bien artesanos, muchos) nos creemos eso de que la propiedad intelectual genera beneficios, que son, la única manera de ganarse la vida? ¿Por qué permitimos que un gran número de fraudes se cuelen entre nosotros los "creadores", y copen el mercado con sus productos defectuosos? ¿No debería haber formación estatal para todo aquel que quiera ser "artista", como en cualquier disciplina? Se pagaría por ser lo que eres, no por lo que generas.

Me parece igual de inmoral que un banquero o financiero gane lo que ganan, que cualquier profesional del arte pueda vivir de un par de canciones el resto de su vida.

Cuando un/a profesional de otros ámbitos no sabe desempeñar bien su trabajo se le despide, si no tiene titulación no se le contrata; normalmente los buenos profesionales se reciclan, y se empeñan con esfuerzo en mejorar sus conocimientos y aptitudes: un bombero debe estar en forma y conocer al dedillo las técnicas propias de su profesión; le pagan por ser bombero, no trabaja a comisión retrospectiva por el número de salvamentos…

Si alguien sabe componer, escribir, tallar, pintar, recitar o filmar, o lo que sea, bien puede desempeñar su empleo por un sueldo digno, equitativo y proporcional a su preparación, aptitud y actividad; compartir su arte trabajando por pasión, pues ya no importaría ganar, sino crear. Actuar, bailar, tocar, producir en un sin fin de escenarios, salas, colegios, instituciones, fundaciones, bares, estadios… financiado con el ingente beneficio producto de las recaudaciones que el trabajo cultural proporciona: Ventas de discos, multimedia, entradas, libros, etc. (a precios asequible para todos, claro está, y no sólo para los que tienen poder adquisitivo). 

Un organismo multidisciplinario, una institución con supervisión gubernamental (sin políticos o directivos fraude de los que dependiera, como los de ahora), de tipo gremial-comunal democrático, que gestione el empleo de los "artistas y creadores", de los representantes, técnicos y demás profesionales del sector, que previamente han estudiado su campo y pueden demostrar su valía examinándose en una Universidad de Arte y Tecnología en condiciones. (¿Podría decirse que sería algo comparable al funcionariado, en su mejor expresión entendido?)

Si quieres tocar, escribir, bailar, componer, pintar, dirigir: Título, empleo, sueldo (sin ambiciones de enriquecimiento)… y el resto, ilusión, pasión, imaginación y búsqueda de ti mismo.


martes, 11 de enero de 2011

Ir a mejor


Muchos de nosotros tenemos cierta conciencia de lo que pasa fuera y dentro de nuestras fronteras (como individuos y como comunidad); de lo que sucede en ese territorio tan inexplorado que es la individualidad personal. Pero (siempre hay peros), creo que el esfuerzo necesario para que esa débil conciencia, que normalmente vive a expensas de influencias mediáticas, pueda inculcarnos la confianza necesaria para desconectarnos del sistema impuesto, es un sacrificio difícil de encarar.

En primer lugar, somos producto de lo que nos rodea, y no puede uno actuar a contracorriente. Lo que nos circunda ("el terreno lo es todo" decía Claude Bernard) es efecto de lo que somos; es decir, que somos todos responsables en cierta medida. 

En segundo lugar, debido a esa responsabilidad, la lucha empieza por alcanzar cierto desapego por nuestros intereses más ocultos, todo lo que tapamos con la vanidad y la hipocresía propias del ser humano (cuestión rebatible, ya que probablemente no hay naturaleza humana propiamente dicha. Todo es producto de la cultura que creamos y que nos imbuye); y esto, es aún más difícil que tomar conciencia. 

Vemos en los demás defectos que nos cuesta asignarnos, y los juzgamos con una inflexibilidad que no utilizamos para medir nuestras propias carencias, pero, afortunadamente tenemos ciertas alternativas para superar el narcisismo producto del "afán de supervivencia". Entre ellas, para mí la primordial, la Empatía. Cuando intentamos ponernos de verdad en el lugar (íntimo y circunstancial) de alguien, comenzamos a entender cuál es la forma de cambiar el mundo: lo que está mal es lo que causa dolor. 

Muchos horrores, que provienen de malversar valores que actualmente hemos convertido en artículos de consumo (la mujer, el medioambiente, la cultura, la salud, la solidaridad…), los erradicaríamos de la sociedad si los asumiéramos como producto de actitudes comunes a la mayoría de las personas. Modos de ser y de pensar, inconfesables en ocasiones, que debemos cambiar evolucionando desde dentro, reforzándolo, además, con acciones concretas, cotidianas, al alcance de cualquiera que tenga un mínimo de sensibilidad. Si no practicamos; aquello que consideramos un desafío, se desvirtúa, se resbala entre los dedos, se escapa su poder activo. Por eso debemos ensayar el ejemplo. ¡Qué reto!